17.7.10

Escribir desde Carlos Liscano

Vuelvo de un viaje a Montevideo con un libro de Carlos Liscano: El Escritor y el Otro (Planeta, 2007). Quizás debería intercalar acá algunas líneas sobre Liscano y su obra, sus años de cárcel, sobre Montevideo, sobre otros escritores uruguayos, pero prefiero dejarlo para otro momento. Ahora mi urgencia es compartir algunos párrafos que voy leyendo (casi a medida que los voy leyendo), tal es el placer que me provoca la lectura.

Los escritores han dicho y escrito mucho sobre el oficio de escribir, lo que demuestra la acuciante necesidad que en general tienen de reflexionar sobre la propia actividad, la necesidad de responder(se) algunas preguntas básicas, fundamentalmente para qué escribir, por qué escribir. Liscano logra en este libro algunas de las mejores líneas que he leído sobre el tema. Comparto algunas:

"(...)¿Por qué escribir, por qué someterse a la disciplina de estar solo, en silencio, horas, días, años, haciendo algo que a veces se parece a un juego, que nunca tendrá la jerarquía que uno sabe debe tener la literatura? ¿No será que me he hecho una imagen de mí mismo, me he inventado un individuo que no existe y para demostrar que sí existe me obligo a dejarlo por escrito? Quizás es un modo de decir: vean, ni yo creo en mí, pero aquí está la obra, están los libros, por tanto también yo debo aceptar que existo.
Es tan fácil que el escritor se engañe, se mienta. Es humano mentirse, claro, pero saber eso no hace las cosas más llevaderas.
(...) De pronto, en cualquier lugar, en la playa, en una cena con amigos, en medio de una conversación, siento todo lo que me falta por escribir, lo que nunca podré escribir porque no tengo talento ni tiempo ni formación, y me hundo de modo ilevantable. Quiero irme, desaparecer, encerrarme. Entonces la literatura se me ha impuesto, otra vez, negativamente. Es en ese sentido que la literatura domina mi vida. No en el sentido de que yo tenga cosas para decir, sino que sin la literatura la vida carecería de significado, de argumento, de lugar.

Un día vuelve el optimismo. Creo haber encontrado el gran asunto, la forma de narrar que me dará el gran libro, el que siempre quise escribir. Entonces, como ahora, una mañana me levanto con energías, con ilusión, y escribo. Al cabo de los meses es probable que haya terminado un libro y vuelve el pozo. Caigo en el agujero, en las preguntas de siempre. La falta de sentido del escribir. La incapacidad de escribir lo que quisiera escribir. La convicción de ser para siempre un pequeño hombre de letras, atrapado en su pequeñez. Atrapado en el niño de La Teja que creía que lo único que en la vida valía la pena era escribir. (...)

(...) Entonces viene el cansancio de tantos años, la acumulación de frío y de sueño que nunca he logrado reponer, la asquerosa concesión de pensar que la vida me ha dado garrote, miserias, sangre, muerte a mi alrededor, y en medio del asco de sentir piedad por uno mismo, querer solamente acostarme y dormir durante semanas o meses, abrigado, sin frío, descansar y un día despertarme, que haya sol y que todo sea suave, ligero, y que yo me haya olvidado de ser quien soy y no tenga necesidad de pensar en escribir, de pensar en decir, de pensar en construir el mismo personaje que se cuenta, que soy yo. Porque yo soy lo que escribo, y no soy nada más que eso. Y como lo que escribo es lo que es, entonces yo no soy nada. (...)

Cuando llego a este punto me doy asco. Se parece demasiado a una queja y yo no tengo nada de qué quejarme. He vivido, he vivido mucho y estoy de pie. Todavía de pie. Lo demás no tiene ninguna importancia. La obra de un escritor, la calidad de su obra, es independiente de la puta vida que le tocó vivir."

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